
“Como método para aclarar algo para sí mismo, el analista necesita su propio libro de teorías psicoanalíticas, que él personalmente usa con frecuencia, junto con números de páginas y párrafos que aseguran su identificación”
Bion, Aprendiendo de la Experiencia, Cap XIII
La exposición de Coloma está teñida por la primacía del rol del paciente dentro de la sesión, donde el analista cumple el rol de facilitar la aparición de la subjetividad, en un ambiente donde se instale la paradoja.
La forma de entender dicho fenómeno es lo que caracteriza el escrito: el uso incorrecto de los autores. Así como Bion lo propuse hace más de cuarenta años, las teorías psicoanalíticas son una herramienta dentro de la sesión más que una forma de llevarla a cabo. La técnica per se lleva al error, pues supeditar al paciente a una técnica es caer en la objetividad, en el uso del símbolo de entendimiento más que el entendimiento per se.
Pese a este impedimento, surge como némesis de la práctica la falta de objetividad, esto es, la relación experiencial. Mientras Winnicott la entiende como espacio transicional, Bion en la dinámica funcional entre madre e hijo, y Lacan como el encuentro del Sujeto frente al Otro, Coloma propone no adscribirse a ninguna de estas escuelas, sino más bien usarlas según sean necesarias, como apuntes en un cuaderno, disponibles a posteriori.
Pero si la teoría surge luego de la práctica, ¿es entonces el psicoanálisis una respuesta de articulación frente a lo que sale en terapia? Mi opinión responde afirmativamente a esta pregunta, pues es la creatividad de cada terapeuta la que se pone en juego tanto frente al paciente como frente a la elección de una línea teórica en particular.
por Francisco Somarriva